Después de que Fred Astaire hiciera su primera prueba cinematográfica, en 1933, el informe del director de pruebas de la Metro Goldwyn Mayer dictaminaba: «¡Incapaz de actuar! ¡Ligeramente calvo! ¡Puede bailar un poco!». Astaire conservaba aquel informe sobre la chimenea de su casa en Beverly Hills.
Beethoven era muy torpe con el violín y prefería tocar sus propias composiciones en vez de mejorar su técnica. Su maestro le decía que como compositor era un desastre.
Charles Darwin, el padre de la Teoría de la Evolución, abandonó la carrera de medicina y su padre solía decirle que no se interesaba por nada más que el tiro, los perros y la caza de ratones. En su autobiografía, Darwin escribe que todos sus maestros, lo mismo que su padre, lo consideraban un niño muy limitado, por debajo del estándar de normalidad intelectual.
Un editor de periódicos despidió a Walt Disney por falta de ideas. Además, Disney se vio varias veces en la bancarrota antes de fundar Disneylandia.
Los maestros de Thomas Edison decían que era demasiado estúpido para aprender nada.
Albert Einstein no habló hasta los cuatro años y no aprendió a leer hasta los siete. Su maestro lo describía como «mentalmente lento, asocial, está siempre navegando a la deriva por sus estúpidos sueños». Lo expulsaron del colegio y le negaron el ingreso en la Escuela Politécnica de Zurich.
Durante sus estudios, antes de graduarse, Louis Pasteur apenas fue un alumno mediocre y, de entre un grupo de veintidós alumnos, ocupó el decimoquinto lugar en química.
Los resultados de Isaac Newton en la escuela elemental fueron lamentables.
León Tolstoi, el autor de Guerra y paz, abandonó la universidad. De él se decía que no sólo no tenía capacidad, sino que no estaba dispuesto a aprender.
Henry Ford fracasó y fue a la quiebra en cinco ocasiones antes de conseguir, finalmente, el éxito.
Hasta su publicación, en 1970, dieciocho editoriales rechazaron el manuscrito de Juan Salvador Gaviota, un relato de Richard Bach sobre una osada gaviota. En 1975 ya se habían vendido, sólo en los Estados Unidos, más de siete millones de ejemplares.
Richard Hooker trabajó durante siete años en M.A.S.H., una novela sobre la guerra en clave de humor, sólo para conseguir que la rechazaran veintiuna editoriales antes de su publicación. Inmediatamente se convirtió en un best seller que fue llevado al cine y convertido en serie de televisión con un gran éxito.